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LA GLOBALIZACIÓN DEL CAPITAL


LA GLOBALIZACIÓN DEL CAPITAL 

La globalización del capital es un libro escrito por Barry Eichengreen, conocido por sus investigaciones en el campo de la economía internacional y abarca la historia del sistema monetario internacional desde el patrón oro en el siglo XIX hasta la actual situación post-Bretton Woods deteniéndose en los momentos que más han condicionado nuestro presente.

El sistema monetario internacional es el conjunto de instituciones y sistemas financieros que determinan las reglas para el intercambio de bienes y servicios entre los diferentes países, el establecimiento de tipos de cambio o el ajuste de las balanzas comerciales entre otros. Sirve como nexo de unión entre las distintas naciones y ha sufrido innumerables cambios con el paso de los años ya que se ha visto afectado por decenas de acontecimientos. En este ensayo vamos a hablar sobre los hechos más relevantes comenzando por el patrón oro a finales del siglo XIX y continuando por el resto de acontecimientos que se han ido dando de forma progresiva en el tiempo y que han ido alterando y condicionando el desarrollo de la economía mundial hasta la actualidad.


El primer bloque histórico de la obra es el patrón oro, sistema en el que se le daba el valor a la moneda de un país, según el volúmen de oro del que disponía. Nació como fruto de la diversidad de patrones dinero-mercancía que surgieron antes de que se desarrollarán el papel-moneda y el sistema bancario de reservas fraccionarias. En el siglo XIX, previamente al patrón oro, el sistema monetario vigente era el bimetalismo: se acuñaban y circulaban monedas de oro y plata simultáneamente. Algunos países como Gran Bretaña disponían de monedas de oro y otros como los Estados Alemanes de plata, de forma que los países bimetálicos servían como nexo de unión. Este sistema no permaneció durante mucho tiempo ya que se llegó a la conclusión de que tener el mismo sistema monetario que otros países simplificaba el comercio y la obtención de créditos extranjeros, aunque fueron necesarias grandes presiones como la revolución industrial para tumbar el bloque bimetálico
. Se cree que el bimetalismo logró permanecer durante un tiempo a pesar de su difícil gestión por diferentes cuestiones: Ángela Redish afirmó que el oro no fue viable hasta la llegada de la energía vapor ya que las monedas de oro eran demasiado valiosas para ser las únicas que circulaban. También se le atribuyó causas políticas, ambos metales en circulación aumentarían la oferta total de dinero, lo que beneficiaría a aquellos con deudas expresadas en cantidades nominales.


En el tercer cuarto del siglo XIX llega el patrón oro. Son muchos los motivos por los que tiene lugar esta transición cómo los descubrimientos de plata en Nevada y otros lugares. No obstante, el acontecimiento de mayor relevancia, por el que muchos países adoptaron este patrón fue la revolución industrial. Gran Bretaña (que ya lo había establecido previamente) se convirtió en la principal potencia económica del mundo y en la principal fuente de financiación exterior, así que muchos países quisieron seguir sus pasos. El incentivo se hizo aún mayor cuando Alemania, la 2ª potencia industrial, también lo adoptó. Aunque tuvo lugar un sesgo deflacionista del oro, no se volvió al bimetalismo porque todos los países no querían cambiar y que solo lo hicieran algunos no iba a erradicar el problema, de forma que se siguió adelante con este sistema, con el oro como único protagonista. Pese a tener el oro como punto común, todos los sistemas monetarios nacionales no eran iguales. Hay países que mantenían un patrón oro puro como fueron Francia o Inglaterra mientras en otros como Suiza o Bélgica su convertibilidad no estaba totalmente respaldada por oro. En relación a las reservas que debían tener los bancos centrales también diferían. Algunos se decantaron por un sistema fiduciario, otros por un sistema proporcional y otros por sistemas híbridos.


En lo que al funcionamiento de este sistema respecta, Hume desarrolló en el S. XVIII una teoría denominada “modelo de los flujos de oro y los precios”, que sigue siendo el enfoque dominante actualmente. Afirmó que en un régimen de las características del patrón oro sería imposible que un país mantuviera una balanza comercial en superávit o déficit durante un prolongado periodo de tiempo. Teoría que fue posteriormente ampliada teniendo en cuenta dos características del mundo de finales de sigo XIX: los movimientos internacionales de capitales y la ausencia de movimientos internacionales de oro de la magnitud que predecía el modelo.


Durante esta época, la solidaridad internacional jugaba un papel muy importante, siendo especialmente necesaria en tiempos de crisis para preservar el régimen. Era el banco de Inglaterra el que marcaba el ritmo de actuación sirviendo su tipo de descuento de foco de atención para la armonización de las medidas. Además los bancos centrales intervenían en muchos casos como prestamistas de último recurso para evitar quiebras de bancos que pondrían en peligro a todo el sistema financiero.

La estabilidad del sistema se dio generalmente por la singular posición de Gran Bretaña en la economía mundial y la apertura de los mercados y el dinamismo del comercio que contribuyeron al funcionamiento de su mecanismo de ajuste.


Pocas décadas después llegó la I guerra mundial y con su paso el derrumbe del sistema que se había tardado años en forjar. Leyes y reglamentaciones prohibían las exportaciones de oro y los tipos de cambio comenzaron a fluctuar como consecuencia de la interrupción del arbitraje entre otros muchos acontecimientos.

En la década de 1920, poco después de que terminara la guerra, se dejó que los tipos de cambio fluctuaran libremente, lo que causó variaciones totalmente libres e incontroladas de los cambios de las monedas, destacando el franco. A partir de ahí, se trató de evitar que se repitiera y se reforzó el deseo de resucitar el patrón oro de forma que en 1928 este se extendía nuevamente por gran parte del mundo.

Gran Bretaña reanudó su convertibilidad de forma gradual para evitar grandes perturbaciones seguida Australia y Hungría entre otros. Italia, Bélgica, Dinamarca, Portugal y Francia también lo hicieron, en este caso a tipos devaluados como consecuencia de la inflación de guerra y posguerra. Los problemas con los que se encontraron en este nuevo sistema eran las escasas existencias mundiales de oro monetario, que obligaron a los bancos centrales a establecer una superestructura cada vez mayor de pasivos sobre una reducida base de oro monetario. Además de que el mecanismo de ajuste que debía eliminar los superávits y los déficits y restablecer el equilibrio en las cuentas internacionales funcionaba incorrectamente.


Con la gran depresión, algunos países modificaron las reglas de convertibilidad y dejaron que sus monedas se depreciaran. La producción industrial y el paro de EEUU alcanzaron cifras temibles y la confianza en la libra y el dólar disminuyó. La libra esterlina sufrió una fuerte crisis. A pesar de la persistente lucha del banco de Inglaterra contra las pérdidas de reservas desde la vuelta al oro en el 25, el país tuvo que acabar suspendiendo la convertibilidad en septiembre del 31, lo que simbolizó la desintegración del patrón oro de entreguerras. Se estableció una fluctuación dirigida, también denominada fluctuación sucia, sistema en el que se permite que los tipos de cambio fluctúen, pero los bancos centrales intervienen en el mercado de divisas, lo que les daba mayor libertad para seguir políticas económicas independientes. Tomaron medidas reflacionistas de forma unilateral que provocaron una depreciación de las monedas, lo que aumentó la competitividad de los bienes producidos en el interior.


Para comprenderse el Sistema Monetario Internacional de entreguerras sobre el que acabamos de hablar deben tenerse en cuenta tres cambios políticos y económicos interrelacionados: La creciente tensión entre los objetivos contrapuestos de la política económica, los movimientos internacionales de capitales tenían cada vez más caras y el desplazamiento del centro de gravedad del sistema internacional (De GB a EEUU).


A partir de 1944 el sistema monetario internacional que existió fue el de Bretton Woods, que se acabó alargando hasta 1973. Su nombre proviene del lugar en el que se llevaron a cabo varias reuniones en las que acabó por crearse  un sistema de tipos de cambio fijos, aunque con paridades ajustables. Además decidieron crearse dos instituciones muy importantes: El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial


El sistema era, un  patrón de cambio-oro, en el que el dólar era la principal moneda de reserva y el tipo de cambio de paridad se modificaría cuando se diera un desequilibrio fundamental que el Fondo Monetario Internacional debía aprobar. Consiguió un grado admirable de estabilidad de los tipos de cambio y resolvió los problemas de pagos haciendo posibles el aumento del comercio y las inversiones internacionales.


El problema es que todos los nuevos elementos introducidos en este sistema no funcionaban en la práctica con total armonía, lo que hizo que acabara por colapsar debido a los problemas de liquidez, confianza y ajustes (los mecanismos de ajuste eran insuficientes y el capital sumamente móvil). No se había llevado a cabo un laissez faire ya que el mecanismo dependía tanto de la gestión del banco central como de la situación política. Además la “Paradoja de Triffin” afirmaba que EEUU debía incurrir en déficit de su balanza de pagos para que los saldos internacionales crecieran en dólares entre otros inconvenientes.


El hecho de que el sistema llegara a funcionar es una demostración de la cooperación internacional que había detrás ya que fue verdaderamente importante para que el sistema pudiera mantenerse en pie de la forma que lo hizo durante más de treinta años.

A partir de  1973 dejaron fluctuar sus monedas, rompiendo con lo establecido en Bretton Woods.

Tras Bretton Woods,  los Bancos centrales y gobiernos tomaron consciencia de la existencia de un instrumento muy valioso: la política monetaria, que servía para fijar el tipo de cambio. 


La fluctuación que vino después de Bretton Woods fue un salto al vacío. En la década de los 70 se decantaron por un sistema estable de tipos de cambio, se legalizó la fluctuación y se eliminó el papel especial del oro. Lo que obligó a los países a fomentar unas condiciones económicas ordenadas y autorizar al Fondo Monetario Internacional la supervisión de la política de sus miembros.

Fue una década poco pacífica aunque los problemas surgidos en los ochenta, cuando llegó el sistema monetario europeo y las políticas económicas de EEUU y Japón cambiaron de orientación, fueron aún más graves. El valor del dólar se alejó bastante de lo que justificaban las variables económicas fundamentales y se llevó a cabo una intervención más concertada, una utilización más general de los controles de capitales y una mayor disposición a adaptar la política económica a los imperativos de los mercados de divisas.


Algo destacable de este periodo es que en el 71, la CEE trató de limitar la fluctuación de sus tipos bilaterales en un mecanismo conocido con el nombre de serpiente, que integrada por varios países europeos llevó a cabo otras medidas en el continente.

Al plantearse la unificación monetaria, se establecieron unos duros requisitos que debían cumplir los países que quisieran acceder, pero el Sistema Monetario europeo fue saqueado por una fuerte crisis. La acabó superando con éxito por lo que entró en un clima de optimismo.


En conclusión, los intentos de reconstruir un sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables fracasaron repetidamente, en gran medida por el aumento de la movilidad del capital. La lección común obtenida de las propuestas de Shultz y Volcker, es que la adopción de medidas limitadas no tendrá éxito en un mundo de movilidad ilimitada de capital. Sería necesario introducir reformas radicales, que comprensiblemente los gobiernos son reacios a adoptar.


Después de estos años de fluctuación, llegó una quinta etapa histórica, iniciada por la crisis asiática, periodo de dificultad financiera que se apoderó del continente al devaluarse las monedas de muchas regiones orientales. Además, esta fue seguida de las crisis de Brasil, Turquía y Argentina.

Desde finales de los 90, ciertos acontecimientos se conjuraron para provocar desequilibrios globales a una escala nunca antes vista en la historia monetaria internacional. China crecía a un ritmo vertiginoso como resultado de una inversión del 40% del PIB y Oriente Medio registraba grandes superávits por el comercio del petróleo ya que ganaban más de lo que podían invertir en sus propios países. Como consecuencia, fue EEUU quien incurrió en déficit ya que todo este ahorro tenía que estar yendo a alguna parte. En 2007, el incentivo a abandonar el dólar para evitar pérdidas crecía en la medida que había otro objetivo: el euro.


Aunque en unos inicios se cuestionaba si la aspiración de crear una moneda única europea llegaría a hacerse realidad algún día, la coyuntura económica y política de finales de siglo lo acabaron permitiendo. El euro ofrecía grandes ventajas como la minimización del impacto de los saltos de tipos de cambio o la estimulación del crecimiento de los mercados de valores europeos entre otras, aunque su impacto en el mercado laboral no fue algo significativo. Esta Unión monetaria entre países que suponían el 20% de la producción y el 30% del comercio mundial era algo sin precedentes.

Dados los desequilibrios mundiales de la época, la llegada del euro planteó interrogantes sobre el futuro del dólar como la divisa internacional dominante. El euro comenzó a ganar terreno, aumentándose su uso para la facturación comercial, como moneda de denominación de los bonos internacionales y siendo los mercados financieros europeos más profundos y líquidos que los independientes. Por lo que, la idea histórica de que solo había sitio en el mundo para una divisa predominante se empezaba a quedar anticuada.


La crisis financiera mundial de 2007-2008 fue como un mazazo para el mundo. Se daban grandes contradicciones de un sistema monetario y financiero mundial basado en el dólar, que permitía a los norteamericanos vivir por encima de sus posibilidades. Comenzaron a endeudarse asumiendo enormes hipotecas que se paquetizaron para venderse a inversores institucionales.

Estos dólares que habían sido tomados prestados fluyeron en gran medida a bancos europeos que a su vez invertían los ingresos en bancos estadounidenses. Fueron estos flujos brutos de salida de capital los que sentaron las bases de la crisis. Además, al cumplirse diez años del euro en circulación, algunos de sus países experimentaron caídas acusadas de los tipos de interés, lo que causó ciertos problemas y obligó a otros países de la Unión Europea a servir de prestamistas para aquellos en peor situación como España, Portugal o Grecia surgiendo conflictos de intereses.


Grecia fue protagonista de una crisis devastadora. El gobierno griego maquilló los datos de su déficit presupuestario, lo que provocó un impacto negativo inmediato en la actitud de mercado y consecuentemente en la inversión y el crecimiento. El FMI aprobó de manera excepcional el acceso a elevados préstamos para cuando un país y su deuda fueran sistemáticamente importantes entre otras medidas ya que Grecia estaba experimentando una contracción económica de las dimensiones de la Gran depresión.

La situación fue tan grave que llegó a considerarse el Grexit, es decir, que Grecia abandonara el euro. La vuelta al dracma habría sido bastante complicada y habría perjudicado a las relaciones de Grecia con la UE ya que el Grexit despertaría dudas sobre la estabilidad del euro. Pertenecer a a la UE era un símbolo del status de Grecia como nación avanzada además de que Europa respaldaría a Grecia en sus conflictos con Turquía. Aunque todo esto no es comparable con una salida del patrón oro ya que en este caso estamos hablando de un acuerdo monetario.


La crisis sirvió para darse cuenta de que los mercados emergentes no experimentaron crisis similares en sus mercados de derivados y sistemas bancarios en la sombra.


China llevó a cabo una ambiciosa campaña para internacionalizar su moneda, lo que le beneficiaría en sus relaciones comerciales con otros países. Al darse cuenta de que se había alejado de sus objetivos principales, endureció nuevamente los controles y volvió a centrarse en la estabilidad financiera y la tasa de crecimiento del PIB.


En estos últimos años, ha nacido la pregunta de si el futuro estará en las monedas digitales encriptadas basadas en la tecnología del libro mayor distribuido conocida como BlockChain, como el bitcoin.

Al reflexionar acerca de esto, llegamos a la conclusión de que la volatilidad del bitcoin garantiza en cierta medida que no pueda sustituir a las principales monedas en la actualidad. Se cree que las únicas monedas digitales que sobrevivirán serán las emitidas por los propios bancos centrales, algo que más de 90 bancos centrales ya están considerando.


Si el futuro trae consigo un cambio fundamental en la estructura del SMI, ese cambio no vendrá con la moneda digital.













Referencias bibliográficas:


EICHENGREEN, B. (2021): La Globalización del Capital: Historia del Sistema Monetario Internacional


RAMOS PALENCIA FERNANDO (2021): Tema 6. Historia del Sistema Monetario Internacional 1750-actualidad 


https://guiasjuridicas.wolterskluwer.es/Content/Documento.aspx?params=H4sIAAAAAAAEAMtMSbF1jTAAASMzI0sztbLUouLM_DzbsMz01LySVADGN8iBIAAAAA==WKE


https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_financiera_asiática


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