LA DIFICULTAD DE PROSPERAR CON MIEDO
El 20 de octubre de 2011, a las siete de la tarde, la banda terrorista ETA anunciaba el cese definitivo de su actividad armada. Tres encapuchados ponían fin a uno de los periodos más negros y sanguinarios de la historia de España.
Los terroristas se echaban a un lado pero su sombra era alargada: nos dejaban 43 años de terror y 829 víctimas. También dejaban en el País Vasco una economía tocada, porque no debemos olvidar que la banda terrorista le quitó la vida a más de 40 empresarios, secuestró a otros 55 más y chantajeó a unos 10.000 mediante el denominado impuesto revolucionario. A continuación podemos leer una de las miles de misivas amenazantes que ETA dirigía a los empresarios. En este caso concreto, la banda advertía a su destinatario de que si no pagaba 200 millones de pesetas le podía “ocurrir algo grave” y le recordaba que, de no contribuir, se preparara para “afrontar con valentía ese orgullo miserable”.
En concreto, según recoge el libro "Misivas del terror", publicado por el centro de Ética aplicada de la Universidad de Deusto, había más de diez mil empresarios y directivos extorsionados por ETA durante las últimas décadas, y a éstos habría que sumar otros miles de pequeños comercios y negocios sometidos también a la microextorsión por parte del entorno terrorista.
De hecho, junto al libro que acabamos de mencionar, Misivas del terror, hay varios estudios, informes y libros que coinciden en las nefastas consecuencias que tuvo en la economía vasca el terrorismo en general y la extorsión a la que estuvo sometido el sector empresarial en particular.
El libro titulado La bolsa y la vida, coordinado por Josu Ugarte y publicado en 2018, analiza los efectos que produjo la actividad terrorista sobre la economía y el entorno empresarial, así como las distintas fuentes de financiación de ETA, en las que se incluye la extorsión, los secuestros y los robos. Y concluye que el coste directo del terrorismo osciló entre 20.000 y 25.000 millones de euros.
Asimismo, sabemos que la violencia en el País Vasco redujo en un 10% su crecimiento económico entre 1980 y 2000. Así se recoge en el estudio elaborado por Alberto Abadie, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y Javier Gardeazabal, de la Universidad del País Vasco, en el artículo Los costes económicos de un conflicto: un caso de estudio en el País Vasco, publicado en 2003 en la revista American Economic Review.
Estos dos autores sostienen en su informe que cuando ETA empezó su actividad terrorista, en 1970, el País Vasco ocupaba la tercera posición en cuanto a PIB per cápita de España, mientras que a finales de los noventa había caído hasta la sexta plaza. En este gráfico que os mostramos a continuación, elaborado por los autores del citado informe, podemos observar la evolución real y la evolución potencial del PIB en esos años.
Y este otro grafico da un paso más y relaciona directamente el crecimiento económico con el número de atentados: |
Este último gráfico forma parte de un trabajo impulsado por la Cátedra de Economía del Terrorismo , y realizado por el profesor Thomas Baumert y Mikel Buesa. Ambos han estimado la diferencia entre el producto efectivamente obtenido en la economía vasca y el que hubiera tenido lugar si ésta no hubiese estado sometida al terrorismo. Del gráfico se concluye que desde 1984 y hasta 2005 la economía vasca registró pérdidas en su crecimiento. Éstas fueron ampliándose hasta alcanzar el 16 por ciento en los años 1994-1996. Después se redujeron paulatinamente a medida que la actividad terrorista fue decayendo, bien por efecto de las treguas de ETA o como consecuencia de la represión policial.
Como consecuencia, este informe de la Cátedra de Economía del Terrorismo sostiene que el terrorismo de ETA ha sido devastador para la economía del País Vasco, pero también destaca que ha llegando a afectar significativamtne en la demografía vasca. Tanto es asi que entre 1980 y 2001, la población del País Vasco disminuyó un 2,8 por ciento, mientras que la de España aumentó un 7 por ciento. Ya lo decíamos al inicio de esta entrada, fueron muchos los ciudadanos que se marcharon o no llegaron a esa tierra por culpa de ETA: se redujo el número de turistas, se fue el talento, emigraron los emprendedores y también los inversores.
El hecho de que un porcentaje de la poblacion vasca abandonara su tierra se debe al ambiente de miedo que se vivía en y también al hecho de que la crisis económica llegó a todos los sectores productivos y, por tanto, afectó al empleo. En el gráfico siguiente puede verse la variación del paro en aquellos años:
Hispalink destaca, por ejemplo que los vascos estaban perdiendo la batalla del turismo durante los años de ETA, y también la del comercio, que en Euskadi creciá entre una tercera parte y la mitad que en el resto de España. Lo mismo ocurría con la venta de automóviles y el transporte, que también iba con retraso respecto a las mismas variables de la economía nacional.
Es evidente, por tanto, que la economía vasca soportaba unos costes asociados a la acción de los violentos que la colocaban en una situación de desventaja competitiva.
Pero la prueba más irrefutable de que el terrorismo ha tenido una incidencia directa y unas consecuencias nefastas en la economía del País Vasco es que cuando ha dejado de haberlo, la economía se ha reactivado ( por supuesto si dejamos a un lado las inevitables consecuencias del COVID).
De hecho, apenas cinco años después del final de ETA a Euskadi le comenzaron a llegar reconocimientos internacionales. Por cuarto año consecutivo el País Vasco fue premiado en 2020 por el Financial Times como destino de inversiones. El diario económico ha colocado a Bilbao en el top 10 de las ciudades de tamaño medio con mejor estrategia de atracción de inversiones.
Fruto de esa imagen el Gobierno vasco ha realizado esta legislatura tres emisiones de bonos sostenibles en los que la demanda ha quintuplicado la oferta. De hecho, el Lehendakari ha presentado la experiencia de emisión de los “Bonos Sostenibles Euskadi” en el High Level Political Forum (HLPF) 2019 de Naciones Unidas
En definitiva, los hechos y los datos nos permiten concluir que el impacto negativo del terrorismo ha sido evidente e importante, pero que el País Vasco tiene tiene hoy una dimensión económica, un tejido empresarial y una capacidad de emprender proyectos mucho mayor de la que tuvo con violencia terrorista. Una leccción de historia que nadie debería olvidar nunca.
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